Esperanza Arias Velázquez, Coordinadora ddeser en el Estado de México

El proyecto “Niñas y adolescentes sin violencia” ha tenido un impacto inmenso en el Estado de México. En este estado estamos trabajando en los municipios de Ocuilan, Tenango del Valle y Villa Guerrero, tres municipios con altísima marginación social. Desde un inicio, este proyecto ha generado cambios muy importantes, ya que nos permitió formar a equipos de promotoras mujeres que viven en cada municipio y que están interesadas en temas de género y violencias, y sobre todo, en hacer algo para mejorar la situación de violencia en sus comunidades. Ha sido impresionante el cambio en cada una, cómo han aprendido y fortalecido tantos conocimientos y herramientas en los temas, cómo han gestionado espacios, generado nuevas alianzas y canalizado casos de niñas, adolescentes y mujeres.

Con las actividades implementadas en este proyecto cabe destacar que hemos llegado a un gran número de personas, particularmente niñas y adolescentes, quienes han participado en talleres, jornadas lúdicas, círculos de reflexión, entre otras actividades. También con las demás estrategias, hemos podido llevar a cabo actividades de sensibilización y formación con madres y padres de familia, docentes y funcionariado público, entre ellos policías municipales. El involucramiento de los distintos sectores de la sociedad ha permitido que haya avances muy significativos en la respuesta comunitaria ante la problemática de violencia contra niñas y adolescentes. El Estado de México se ha caracterizado por ser uno de los estados con las más altas tasas de violencia, y en nuestro trabajo cotidiano hemos visto esta dolorosa realidad. Con la ejecución de este proyecto, hemos llegado a localidades en donde el machismo y la violencia de género, particularmente de tipo sexual y en la modalidad familiar, están más que normalizadas. Hemos recibido cientos y cientos de casos a partir de ello. 

Lo que más quisiera resaltar sobre este proyecto es la transformación que hemos presenciado en las vidas de las niñas y adolescentes. Hablar directamente con estos grupos poblacionales sobre los tipos y modalidades de violencias y de las afectaciones que conllevan, y de promover un análisis para comprender desde dónde, cómo y porqué se sigue perpetrando la violencia, ha generado mucha reflexión y acción.

Trabajar con una perspectiva de género, de infancias y con enfoque de derechos humanos, ha permitido que las niñas y las adolescentes se sientan tomadas en cuenta, y nos han comunicado que por fin sienten que hay personas que se preocupan y ocupan de lo que sucede en sus vidas, empezando por el solo hecho de realizar actividades con temas especialmente para ellas. Entre los comentarios que nos han compartido, han expresado frases que muestran este sentimiento. Por ejemplo, en un taller de proyecto de vida, una participante comentó: “nosotras sí existimos y somos importantes, las decisiones que tomemos son muy importantes para nuestras vidas”.

En los talleres y los grupos de reflexión se han creado diálogos de confianza y redes de apoyo, donde cada una de ellas expresa sus miedos, inconformidades, represiones, menosprecios y la soledad en la que viven. Pero también han hablado y expresado en dibujos, escritos y juegos sobre sus ilusiones, sueños y la libertad que desean. Estas actividades educativas con las niñas y adolescentes en donde se abordan los temas de violencia y en las cuales hemos procurado crear espacios seguros, cómodos y amigables han dado pie para que ellas mismas identifiquen y expresen la violencia que sufren desde casa y en la comunidad donde radican. Esta situación tan recurrente ha empujado que la red actué estableciendo alianzas entre las comunidades e instituciones para la canalización de los casos de las niñas y adolescentes; esto ha sido desde el ámbito municipal al estatal para la atención integral de víctimas/sobrevivientes. 

En todas las acciones que hemos realizado en este proyecto, el equipo de ddeser Edomex ha partido desde la premisa de preocuparnos y ocuparnos, e idealmente, se esperaría que la sociedad también se preocupe y se ocupe ante una problemática social tan grave como es la violencia sexual contra niñas y adolescentes. ¿Pero en realidad se preocupan y ocupan? Lo que hemos visto es que en los tres municipios la comunidad sí sabía que hay violencia sexual contra las niñas y adolescentes, pero no se ocupaban. En muchos casos sí se preocupaban, pero no había reacción, ni acción. Este proyecto, sin duda, ha cambiado a la comunidad en general. Desde el inicio, cuando se “rompió el silencio” sobre esta problemática, las personas empezaron a mostrar cambios. Incluso, mujeres sobrevivientes lo han dicho. Una de ellas nos lo dijo así: “romper el silencio es romper con prejuicios y miedos, es romper con las tradiciones”. Consideraban la violencia como parte de la naturaleza de los hombres agresores y como parte de la normalidad de vida que desde generaciones antes se ha visto así. Las jornadas lúdicas con la comunidad se convirtieron en una acción de expresión y movimiento, que hasta las autoridades municipales al verlas se involucraron en las actividades, creando redes de alianza municipales. 

Aunque todavía falta mucha acción como y desde la sociedad, el hecho de romper el silencio, de que ya no se quede “entre voces  y chismes”, de que se empiece a nombrar la violencia que sufren las niñas y las adolescentes, y sobre todo que ellas empiecen a hablar y a denunciar en un espacio dedicado y formado para ellas, ha sido sumamente transformador. Las mismas niñas y adolescentes, con sus propias palabras, con la participación en las actividades y con sus denuncias, están transformando sus entornos y a las personas que conforman la comunidad.

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