María del Rosario Texis Zúñiga, Coordinadora de ddeser Tlaxcala

Para muchas de las niñas, niños y adolescentes de México en general, y de Tlaxcala en particular, es común vivir en contextos violentos, donde poco o nulamente se sienten escuchadas e importantes. Es por ello que, ponerlas al centro de nuestra intervención, resultó un acierto debido a que en las primeras aproximaciones se notaba una urgencia y necesidad de contar, relatar su historia, sus vivencias, sus violencias, sus miedos y sus alcances. Avanzando en el proceso y en nuestra estancia en campo para la implementación del proyecto “En comunidad prevenimos y respondemos ante la violencia sexual y el embarazo infantil en 12 municipios de México” (también conocido como “Niñas y Adolescentes Sin Violencia”) abrió la posibilidad de que sintieran una presencia distinta a la de una autoridad, y esta vez veían a alguien en quien confiar, a quién poder contarle sus miedos, sus proyectos, sus necesidades y sus vivencias. 

La investigación—acción ha sido una metodología de intervención y de reconocimiento del contexto para poder brindar nuevas formas de abordaje de estrategias educativas como talleres, ferias lúdicas, pláticas, intervenciones personalizadas y procesos de escucha, canalización, evaluación, protección y nuevas oportunidades de vida que contribuyen a romper el círculo vicioso de la violencia aprendida, y generar estrategias fructíferas que empoderen. Desde el inicio de este proyecto resultó retador incursionar en los ámbitos comunitarios y con población que durante mucho tiempo ha sido someramente atendida pero casi nunca escuchada, ya que las principales experiencias y acercamientos desde los ámbitos institucionales han reproducido una visión adultocéntrica y poco empática para actuar con las niñas, niños y adolescentes.

Con contenidos claros de la información precisa que les permitiera reconocer su contexto, pero también reflexionar sobre la violencia como una práctica no natural, les ayudó a reconocer situaciones de riesgo que viven; con el apoyo de metodologías lúdicas, pero con completa seriedad y profesionalismo en la información tratada, resultó fundamental la preparación del equipo de promotoras y promotores de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (ddeser) quienes facilitaron los cursos y las actividades llevadas a cabo durante el proceso, con un equipo multidisciplinario que además posee características que les permite reconocer problemáticas y escuchar de forma activa las necesidades y ayudar en la toma de decisiones.

Desde el corazón, pero con profundo respeto y profesionalismo, se fue construyendo confianza y generando espacios de escucha, al principio grupal, luego personal. Es ahí cuando se detectaron casos graves de abuso, maltrato, trata de personas, explotación sexual, acoso sexual en las escuelas, así como múltiples formas y expresiones de la violencia que las niñas, niños y adolescentes habían aprendido, normalizado y aceptado. Al hacer frente a estas problemáticas, en gran medida resultó un choque, un momento de crisis y paralizaba a quién más lo sentía, sin embargo, no se quedó ahí la intervención, se incluyeron estrategias personales para saber por donde caminar, por donde salir y poder tejer fino para hacer frente a lo que ellas y ellos vivían; con temor en muchos momentos pero firmes en convicción de que quieren otra vida, otro rumbo, otra forma de ser niña, niño o adolescente en un contexto que a diario dice que no hay alternativa.

Es ahí donde se inserta el empoderamiento, ese proceso donde una niña, niño, adolescente cree en que sí es posible un cambio, se reconoce como persona valiosa, con derechos y posibilidades de cambio. Todo ello para decidir el rumbo que puede tomar, a pesar del contexto en que vive, para no reproducir esos patrones de violencia y cuestionarse al verlo de frente. Con emoción, con el brillo en los ojos y con expectativa durante estos años hemos visto a más de 500 niñas, niños y adolescentes de 3 municipios del estado de Tlaxcala tomando el empoderamiento como una forma de decidir sobre sus cuerpos y su futuro, pero además con elementos para prevenir la violencia en contextos adversos. Acompañamos a niñas denunciando a sus agresores y rompiendo el silencio de sus vivencias violentas; a mujeres adolescentes rechazando matrimonios acordados por sus padres que pretendían casarlas a temprana edad; a niñas y niños identificando la trata de personas en sus comunidades y negándose a reproducir esas prácticas; y también nos alegró brindarles información y apoyar el empoderamiento para adolescentes que lograron salir de la prostitución a la que eran sometidas por sus familias. 

La premisa para lograr el empoderamiento de niñas, niños y adolescentes conlleva una serie de oportunidades desde la integralidad, es decir, escuchar, reconocer, aprender, informar, protegerles y garantizar sus derechos en un contexto que todos los días vulnera. Invertir e intervenir en este sector está permeado de retos y dificultades, sin embargo, si el trabajo se hace desde el profesionalismo y el amor al cambio, se logran cosas indescriptibles como procesos personales que rompen con los esquemas de violencia. Quienes hemos estado en trabajo constante y acercamiento a este sector sabemos que no es fácil, que se deben generar nuevas estrategias para continuar y no soltar estos avances, que hace falta trascender y generar nuevas posibilidades con otras y otros pero también creemos que podemos mirar unos años atrás y ahora ver resultados y saber que todo el esfuerzo y el trabajo ha dado frutos, ha construido y transformado vidas, las mismas vidas de quienes han participado en las actividades que se realizan en el marco de este proyecto con las vidas de quienes colaboran y se empoderan profesional y personalmente. Quiero concluir este texto diciendo que, aunque parezca agotador hacer trabajo con las personas, con las niñas y adolescentes es la mejor alternativa, es decir trabajar desde abajo empodera y cambia la vida.

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