Jessica Pérez, Coodinadora de ddeser Puebla
Mi nombre es Jessica, tengo 33 años y colaboro en la red Ddeser Puebla, soy activista, feminista y madre, tengo algunas etiquetas más, algunas elegidas, otras como parte de un logro y algunas otras impuestas. Durante mi trabajo como activista he tenido la oportunidad de trabajar en acciones directas con las personas y hace dos años que me propusieron integrarme al proyecto “Niñas y adolescentes sin violencia sexual” financiado por el Fondo Fiduciario de la ONU para Eliminar la Violencia contra las Mujeres yo no dudé ni un segundo en aceptar, y esa ha sido sin duda una decisión bien tomada.
Este proyecto me ha permitido compartir con un maravilloso equipo de trabajo en el estado formado por 8 mujeres promotoras con las que acercamos información sobre Derechos Sexuales y Reproductivos a personas de todas las edades a través de juegos, talleres, capacitaciones, pintas, jornadas y muchas otras actividades; he aprendido a mirar la violencia a través de los ojos de una niña de 12 años que vive en Coronango, de una adolescente que llega todos los días en bicicleta a su escuela en San Sebastián Tepalcatepec y de una docente que brinda clases en la presidencia auxiliar de San Agustín Calvario. He sostenido y he sido sostenida. He aprendido que la teoría se compone de lo que se vive en la calle y que las expertas en la manera en que se vive la violencia son las mismas personas que la atraviesan.
Los talleres y actividades pueden ser muy divertidas, llenas de alegría, de reflexiones y de muchos cuestionamientos. Algunas veces nos ha pasado que mujeres que se acercan y nos dicen: “sabía que no estaba loca”, “sabía que no era correcto tener que aguantar ciertas cosas por el hecho de haber nacido mujer”, “sabía que existían otras personas que piensan como yo y eso me da mucha fuerza para seguir luchando”. En algunas otras hemos recibido una que otra queja: “no es cierto que exista la violencia todavía”, “puros cuentos de mujeres que no tienen nada qué hacer”; y dejar plantada la semilla de la duda en estos casos ha sido un logro muy satisfactorio. Por otro lado, están las experiencias más duras, aquellas en las que nos han compartido situaciones de violencia de su pasado o de su presente, niñas que se rompen en llanto al contar lo sucedido, adolescentes que dicen “es la primera vez que se lo cuento a alguien” e incluso mujeres adultas comentado “no puedo creer que lo que he vivido sea eso, abuso, violación, se supone que me ama”, esas historias que generan un hueco en el estómago y un nudo en la garganta, historias las que decidimos dejar de ser omisas, dejar de poner en el olvido y recordarles que no están solas y que las cosas pueden cambiar.
Puede ser duro leer esto, sólo algunas de las frases de los muchos casos que se han detectado a través de las actividades, no obstante, están ahí, más cerca y más real de lo que parece. El miedo es real, la violencia y el abuso también, sin embargo, las redes de apoyo, el acompañamiento, la escucha, la contención y el cambio también lo son. Nadie nace sabiendo ser madres/padres o personas cuidadoras, pero podemos aprender, poder elegir creerles siempre a las niñas y adolescentes, podemos recordar que no estamos solas y que juntas somos mucho más fuertes, podemos transitar estas situaciones acompañándonos.